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Channel: Hija no hay más que una... (Gracias a Dios)
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Miedos navideños

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Ya os adelantaba ayer la necesidad que tuvimos estas navidades de crear un lenguaje alternativo y altamente secreto para poder hablar de los regalos de sus Majestades los Reyes y el denostado Papa Noel para que la niña -que a pesar de su empanamiento crónico, ya anda ojo avizor- no acabara descubriendo la farsa. Pues bien, eso no ha sido más que la punta del iceberg del miedo atroz que nos ha perseguido estas fiestas y cuyas situaciones más habituales y generadoras de ansiedad paso a enumerar:

1.-  Los padres que compran los regalos con sus hijos. Esos padres. Vale que no puedo clavarles astillas bajo las uñas –y no por falta de ganas- por privar a sus retoños de la ilusión y el factor sorpresa, pero sí que puedo ponerles cara de ‘voy a reventarte la caja de los Playmobil en la cabeza si vuelves a decir en voz alta que les estás comprando los juguetes para los Reyes’ mientras las madres acojonadas como yo que pasean con sus niñas crédulas e inocentes, tenemos que esquivarlos escondiéndonos por los pasillos, como quien huye de la camorra italiana y lanzándonos a cantar por Pimpinela frente al hospital de las Barriguitas para que la niña no escuche el presupuesto que tiene cada uno de sus retoños para el 6 de enero.

2.- Las abuelas despistadas y los nopadres olvidadizos. Las abuelas que van por el mundo creyendo que nadie las oye y en mitad del silencio del salón sueltan aquello de ‘vengo estrosaíta de comprar los regalos de Reyes’ o ‘que mira, que ¿qué le cojo al chiquitillo para Santa Claus?’ mientras yo les espurreo la Cocacocazero a la cara del disgusto y trato de hacerles entrar en razón con guiños nivel cincuentón de discoteca o nivel me ha entrado un avión en el ojo y extraños cambios de conversación y miro de un lado a otro como un demente paranoico para comprobar el nivel de daños y si la situación es o no recuperable, mientras las abuelas siguen a lo suyo, enseñándome el papel de regalo en el que piensan envolverlo todo. Y luego están esos nopadres que viven felices y libres de censura pudiendo ver películas de Almodóvar a las tres de la tarde, decir palabrotas a destajo y hablar de sus inversiones para los Reyes como si los niños que creen en los Reyes estuvieran afectados por una sordera irreversible.  

3.- El poder de la omnipresencia. Que a ver, que me parece muy bien que el colegio les traiga a un Santa Claus escuálido para que le entreguen las cartas y hagan una fiesta con ganchitos y porquerías varias para que los peques se lo pasen en grande, el problema viene cuando esa misma tarde vamos a un centro comercial y vemos a otro Santa Claus visiblemente más viejo y con un traje de los chinos y que por la noche, mi tía me mande un vídeo con un tercero con barba auténtica y 200 kilos de peso y luego en Navidad que sea mi primo Adolfo el que se disfrace con sus ojos verdes y sus músculos de acero… Normal que la niña acabe mosqueada ante este despliegue papanoelero y yo me tenga que inventar mil historias para justificar las oscilaciones de peso y edad del caballero… sudando frío del mal rato y con las neuronas trabajando a destajo como si hubiera hecho un viaje en el tiempo en el Delorean a la Selectividad.

4.- Los niños cabrones. Si has descubierto que los Reyes son los padres te jodes. Deja a los demás vivir, hombre ya.

5.- La propia noche de Reyes. Esto precisa de un post propio pero sólo hablaré de ese miedo en el cuerpo de cuando estás a las dos de la madrugada envolviendo regalos como si fueras un mimo, con el corazón en la boca y mirando para todos lados por si ves aparecer un tirabuzón pelirrojo por el quicio de la puerta y justo cuando crees acabar con éxito la misión, el pater tropieza y tira una bolsa entera de caramelos sobre el parqué… y lo matarías ahí mismo si no fuera porque te está dando un infarto porque la niña ha empezado a toser… Eso sí que da miedo y no la niña de The Ring.

Suegra sí hay más que una. 19.- La suegra esquiva

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La suegra esquiva no se ofrece jamás a quedarse con tus hijos pero siempre asegura en conversaciones públicas que ella siempre está dispuesta a cuidar de sus nietos para echar una mano a su hijo y a su nuera, pero, curiosamente, siempre que le preguntas si puede quedarse un par de horas con los niños para ir a echar la declaración trimestral del IVA, le viene fatal porque mira que a ella le gustaría, pero claro, tiene que hacerse la citología anual, que mira que es casualidad y tiene mala pipa la cosa.

La suegra esquiva se ha pasado todo el embarazo diciéndote que a la niña no se la lleva a la guardería ‘que allí hay muchos virus y a los niños les dejan la caca mucho rato hasta que se les pone el culete como un mandril’, pero justo cuando ve el final de la baja maternal te insinúa que han puesto una guardería en los bajos de tu casa que es ideal para la nena ‘hasta inglés hay, fíjate qué monería, que mira que yo estaría encantada de quedármela, pero como vivo tan lejos, al final va a ser más trastorno para ti que otra cosa y además, en las guarderías los niños no sólo se inmunizan sino que se espabilan tela’.

Con la suegra esquiva no puedes contar para nada y aunque seáis su única familia y no trabaje desde 1992, se niega a quedarse con los pequeños ni una quincena en verano ‘que hay muchos campamentos de esos de verano que están divinamente y allí se lo pasan mejor.. ¿qué van a hacer los chiquillos aquí metidos con una vieja?’ aunque ella se pase el día en la playa, tostándose como una morcilla de Burgos.

La suegra esquiva siempre se excusa en que los niños no quieren quedarse con ella, para librarse de ejercer de canguro ‘que yo me lo quedaría encantada, que le pongo su televisión y le hago sus croquetas que a él le gustan, pero ya sabes que el niño es muy delicaíto y sólo quiere estar con su madre y contra eso no hay nada que hacer’, mientras tuerce el labio para, encima, hacerse la ofendida por el presunto desagravio del niño que lleva meses lampando por quedarse a dormir en casa de los abuelos.

Cuando la suegra esquiva se ve en una encerrona porque tu marido le ha colocado los niños en el salón y ha salido corriendo escaleras abajo para que podáis ir a la boda de tu prima la de Cuenca, se pasa toda la noche llamándote al móvil ‘que mira que el niño no para de llorar y yo ya no sé que hacerle / que mira, que qué le doy de comer a la niña que me dice que el potito me lo tome yo / que mira que cómo va la cosa ¿qué cuando tenéis previsto volver? A ver si vais a cerrar aquello, que yo por mí no tengo problema, pero los chiquillos dicen que quieren dormir en su cama’, mientras tú los escuchas roncar desde el otro lado del teléfono.  

Cada lunes, un nuevo modelo de suegra en ‘Suegra sí hay más que una’. Es hora de sacar la lengua viperina que Dios nos ha dado, criticar, desahogaros y puntuar a la vuestra con nuestra típica puntuación del 1 al 10… Yo me abstengo, que para eso mi suegra es un primor –y me lee jajjaja-, pero vosotros podéis dejaros la bilis… No sé por qué me da que va a haber muchos comentarios anónimos… A criticar!!! Y que no se ofenda nadie, que esto es para divertirnos!!

Papillas y otras armas de destrucción masiva

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A veces no hace falta que te sorprenda un tsunami mientras tomas el sol en la orilla de La Malagueta para que se te complique la vida, a veces basta con un ligero y pequeño cambio de rutina para que tu vida empeore y tu nivel de estrés se dispare nuevamente hasta el límite del infarto cerebral. Pues bueno, eso es lo que nos ha pasado a nosotros desde que Cigoto ha empezado a tomar papillas.

Que sí, que era yo la que estaba frita porque el chaval empezara a comer con cuchara, pero claro una cosa es la idea preconcebida de mí –más guapa, alta y delgada y mejor peinada- en mi salón –más limpio y recogido- dándole cucharadas a un niño loco por comerse el vegetal y con una sonrisa como la de los niños que anuncian colonias... y otra es la realidad, en la que yo con una pinza en la cabeza y la mala cara que me caracteriza desde que soy madre del dúo Gala, trato de hacer que el niño trague aunque sea media cucharada de papilla, a ser posible sin espurreármela en la cara mediante la técnica de la pedorreta o el soplido nivel ‘voy a desinflarme pero yo te empapo las pupilas de puerro’ y no entrar en bucle de locura, cosa que nunca logro evitar.

Y así voy perdiendo pelo y energía. Y lo peor es que este paso no fue tan dramático cuando la pelirroja era pequeña, pero claro a una aún le quedaba alguna neurona intacta y tenía menos problemas de salud mental, que cuatro años ejerciendo de madre tienen más consecuencias que trabajar en una central nuclear lamiendo uranio enriquecido y lo que antes era malo ahora es horrible y más con Cigoto, que es la reencarnación del mal y el tema de papilleo lo ha encajado nada más que regular.

De momento, he probado diferentes opciones para lograr dar con la menos mala de todas, así, probé a sentarlo en el carrito pero a la segunda cucharada ya lo tenía con la cabeza hincada en el respaldo, entregándose a la inanición y refregando la cara llena de papilla por toda la funda, con el consecuente disgusto de quitamanchas y lavadoras y carrito pelao como si fuera a robar cobre con una banda de pandilleros rumanos. 

Así que probé lo de sentarlo en la hamaquita, colocarlo en alto y atado como un preso en una cárcel de máxima seguridad  y frente a frente –como diría Janette pero con más energía- ir enchufándole cucharada a cucharada de sustento con la suficiente lejanía como para que sus escupitajos no me alcancen. Pero la pelirroja que es una ‘goleora’ se sube a la mesa y al final no sólo tengo que estar atenta a meterle la cuchara por el orificio adecuado y esquivar las pedorretas sino que además he de vigilar que la nena –por supuesto en tacones- no se caiga mesa abajo

Así que probé a hacerlo como las antiguas, sosteniéndolo en brazos, inmovilizándolo como si fuera un agente del FBI, pero una que está poco ducha en tareas que requieran esfuerzo físico, acabé con una patada en el esófago y la cuchara clavada en la sien, un castigo divino porque por malamadre no uso la de silicona para poder hacerle efecto palanca y al final casi me perforo el cráneo con la gigantocuchara indestructible del Ikea.

Con lo bien que vivía yo con mis biberones ortopédicos del Dr Browns...


El día de Reyes

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Si la navidad es mi fiesta favorita del año, la noche y el posterior día de Reyes son, sin duda, mis días preferidos… por la ilusión por los regalos, por el jaleo, por estar con la familia y porque parecen días mágicos donde todo el mundo está feliz y donde todo parece posible.

Sin embargo, no hay suficiente magia en el mundo ni en la noche de Reyes ni en la verbena de san Juan para que en mi casa vivamos un día apacible, en familia y alegremente, pero relajados como ocurre en las películas o en otras casas de personas normales donde uno puede abrir un regalo sin sentir el aliento de una pelirroja en el cogote, dispuesta a martillearte la cabeza con un secador de plástico mientras te llaman de casa de tus padres para decirte que dónde estáis metidos que ya son las diez de la mañana y ya ha llegado todo cristo con doscientos roscos de Reyes y ya están desayunando… y un aspirante a pelirrojo porculero y maligno te deja caer un chorreón de leche regurgitada por el cuello impregnando el pañuelo nuevo que te acabas de probar mientras el pater monta casas de Nenucos a destajo con una corona de la barbie cortándole la circulación en las sienes.

Y es que después de la víspera de Reyes de infarto que ya os narraré, la niña se despertó como las locas, dando corretadas a diestro y siniestro sin dejarme siquiera recolocarme los ojos dentro de las órbitas de cansancio extremo ni hacer un pipí de dos litros que había acumulado durante la noche con el acojone de no querer hacer ruido para evitar que los pelirrojos se me despertaran.

Así que empezó el despliegue de regalos, que estaban envueltos porque la niña tormento así lo quiso y entonces nos tocó a la ‘amanesía’ y sin cuatro horas de sueño en el cuerpo y con la espalda partida y un brote de artrosis en las muñecas de envolver regalos la noche anterior, ponernos a montar cacharros y a sacar tuercas, alambres, gomillas, tornillos y todo el set de seguridad nuclear que traen los juguetes por alguna extraña razón que no llego a comprender.

Y mientras, Cigoto chillando porque quería su bibi y mi padre llamándome al móvil porque el desayuno ya estaba puesto allí y que en media hora venía a recogernos y la pelirroja amenazando con su kit de peluquería y moviendo de un lado a otro la peluca de Rapunzel hasta que dejó tuerto al pater que llevaba el atrezzo de princesa pero al menos se libraba de las horquillas de plástico que me tocaron a mí y que bien podrían haberse usado en la Inquisición y antes de poder siquiera probarme mis regalos y con la cara sin lavar, mi padre me llama para decirme que no hay prisas pero que ya está abajo esperando.

Así que como si fuera una persecución de Benny Hill, nos duchamos, nos vestimos y hasta me pude echar dos capas de rimel para amortiguar las ojeras de judía, coger los regalos para la familia y plantarnos en casa de mi madre donde a las diez y media de la mañana ya nos esperaban dos millones de familiares estresados por naturaleza, hablando todos a la vez, cada uno con su propia conversación. A su ritmo. Y antes de poder saludar me endiñaron regalos, un vaso de cocacola, un trozo de rosco de nata y un bollo con jamón mientras yo como el hombre orquesta con un plato en cada mano, una bolsa bajo cada brazo y sosteniendo un paquete bajo la barbilla, me debatía entre el desmayo y la hiperexcitación.

Cigoto volaba de mano en mano feliz de que por fin alguien le hiciera caso, ninguneado como está en casa y la pelirroja abría paquetes como una profesional y comía caramelos como un castor cocainómano y antes de poder encontrar asiento y terminar una conversación con sentido con alguien, dieron las dos de la tarde, así sin comerlo ni beberlo, y cargados cual mulas, huimos cronometrados rumbo al almuerzo con la otra familia no sin antes tomarme un sobre antigripal que me dio la mamma sin opción a negativa y que debía llevar un valium machacado porque no pude levantar cabeza en dos horas.

Y en casa de mi cuñada Inma más de lo mismo. Otras doscientas personas dándose culazos entre las sillas apiñadas como en Semana Santa, pasando copas de vino y bolas de chocolate, regalos, besos, tiquets regalo y platos de plástico como si no hubiera un mañana.

Y comimos y bebimos como señores y hablamos a voz en grito, básicamente porque es la tradición, y tuve un brote de alergia ante la presencia del miniperro de mi suegra que me tuvo estornudando dos horas y cuarto y los niños jugaron y se mataron vivos y lo pasamos en grande… y nuevamente antes de poder pestañear ya era tarde y tan o más cargados de como llegamos, volvimos a casa, donde nos esperaba una marea de cartones, bolas de papel y bolsas a gogó, un cansancio extremo la mar de malo, un Cigoto con nervios acumulados para no pegar ojo hasta la pubertad y una pelirroja ansiosa nivel Pocholo por jugar a las cocinitas y hacerme comer salchichas de plástico y helados de plastilina morada.

Por suerte también había un sofá donde poder hacerme un ovillo como Rainman, dejarme atusar la melena hasta desangrarme el cuero cabelludo y dejarme partir los dientes con una alcachofa de plástico del tamaño de Brasil, que olía a petróleo rancio.

Pues eso, que me encanta la Navidad.

Un millón de gracias

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Os puedo asegurar que cuando creé este blog -sin más pretensiones que la de liberar estrés y adrenalina de la mala-, jamás pensé que pudiera llegar a tener tanto éxito. Y con éxito no sólo me refiero al millón de visitas que recientemente superamos y que hoy quiero celebrar con todos vosotros, me refiero a lograr crear una familia alrededor de esta aventura 2.0 donde podemos ser mamás entregadas que babean frente a sus retoños pero que no tienen miedo –ni vergüenza torera- en admitir que mataríamos por unas vacaciones en Bali sólo con amigas, una docena de cócteles antes del almuerzo y una siesta infinita a pierna suelta sin colechar con nadie que no sea Brad Pitt.

Por conoceros a todos, por regalarme vuestras historias, por dejarme contar las mías, por hacerme un hueco cada mañana en vuestras vidas, por compartir risas y por poder crear esta comunidad de locos de la que vais y venís, pero en la que siempre estáis porque este blog no es mío sino nuestro… Gracias. Nada menos que un millón de gracias.

A Susana Ulloa porque es mi chica especial, a Carmen la de los churumbeles porque es mi alter ego y me mata a risas, a Cristina y Patricia SP que dicen verdades como puños, a Ardid y a Asilef17, porque son aún más irreverentes que yo y me encanta, a Costurera Compulsiva que nos vemos y no nos vemos por las calles malagueñas, a Naiara porque compartimos maternidades casi al unísono, a Lupita la dulce, a Gestando una idea por ser siempre la primera, a Ratoncito que se nos hace mamá, a mi Gema de El Sur a Carmen Alcántara a Marta Parojo a Sara Céspedes a Laura Aldecoasa, a Laura Lms y a Marta Prado porque es como si ya las conociera de toda vida, a Ses porque siempre tiene la palabra justa, a Mamá en Bulgaria porque es sencillamente genial, a La sonrisa de MiniYo porque siempre me regala una sonrisa virtual y un retweet a la amanecía, a Mi alter ego porque me divierte su manera de contar las cosas, a Crisel porque es sabia, a mis blogueras favoritas La Madre Tigre, 39 semanas y la Madre del Monillo, a mis chicas del facebook Rosa Mari Cortés, Pilar Cortés, Meme Tejero, Vanesa Nogales, Eva María Mendieta, Yaiza Fernández, Belén Piñeiro, Fabilara Luque, Inma BD, Natalia Medina, Loly Acosta, Anna Mulero, Almudena Martínez,  Miriam Espinosa, Noelia Millán y Mariquilla Leiva porque me alegran las mañanas, a Eli Cáceres García porque siempre tiene una palabra amable, a mis evas Eva B, Evita y Evita a la Evita y a Anita Barbadillera, porque siempre me hacen reír, a Merengaza porque me encantan las historias sobre su abuela, a mis expatriadas Khena, Guadalupe, Cecilia, Pilar Bayo, Erika, Montse Medina, Tirma, Felisa, Isabel, Daisy, Mamy in Italy, Lara, Mariana, Nikoska y Luna por dejarme ser una exiliada más…

… y en definitiva a todos vosotros que me acompañáis cada día. A Ana A. a Mamá en camino, a Marab, a la Expatriada, a mi María Garrido, a Gema, a Montse Medina, a Mpaz Pipi, a Maria José AP, a La boticaria desquiciada, a Evaht, a Vicky,  a Loretta, a Carmen Gonzalez, a Alba Rubio, a Isa T, a Montse Medina, a Laura M, a F de Fifi, a Ana E, a Celia Capel, Pilar, a Chitín, Marisierra, a Sofía, a Sara M., a Susana Palacios, a Sonsoles, a Patrizia, a Mónica, a Mar, a Begoña Racero, a María Paradela, Anora, a Silvia, a Cristina, a Mamá Piofaurio, a Somos Padres Frikis, a Lolyac, a Nenica, a Liria, a Covadonga Hernández, a Rural Baby Project, a Teresa Quiroga, a Lola, a Alba Fio, a Begoña, a Bella Galilea, a La que está cansada de la madre de su marido, a Maria E, a Ser mamá de una floreta, a Bellutina, a Calcetines, a Marlen, a Marga Serrano, a PSG, a Maria, a Patricia Koplowitz, a Mis mellis, a Auroret, a Kittysciquis, a MJRojas, a Blanca Guix Gutiérrez, a Mamá por bulerías, a Almudena y Carolina, a Patri, a Laura, a Lola Alias, Laura Salinas, a Mis trucos para educar, a Mamá gnomo, a Isabel,  a Dibujos de Nube, a Lucía, a Ropa infantil y ropa bebé, a Alele, a Lu Navarro, a María José, a Ana, a Fragalu, a Fabiola Romero, a Gabriela Vivanco, a Madre con carné, a Ser educadora, a E., a Ana E., a Patricia Vera, a Rut, a Araceli López, a Ana Gallo, a Elena, a Carmen, a Smurfette, a Cristi SP, a Teresa Rey, a Mumumundo, a Celia, a Madre desesperada, a Aprendiz de repostera, a Inesita, a María López Iglesias, a Cris Aledavisa, a Mami Jamonete, a Macarena, a Raquel, a Cris- Aledavisa, a Amelia, a Bea, a Marina, a Ángela, a Michimidue, a Sonia, a Arqantara, a Bea la del otro lado del mundo, a Rath, a Tita, a Isabel Leira, a Mistacones,  a Jinuvelas, a Luci, a En paro biológico, a El hada de las agujas, a Mmarfc, a Mamá Ciruela, a Aisha, a Yeya, a Isabel, a Fernando y Marina, a Gisela, a La aventura de ser mami, a Isabel Leira, a Marái López Iglesia, a Marta Chincha Rabincha, a Blanca, a Luci G., a M. Angeles Gálvez, Ortiz, a Eva la emmivida y yo, a Silvita, a Natty, a Cuca, a Simplemente yo misma, a María Beatriz Catán, a Ella, a Rosa Mañanet, a Mari Carmen Hurtado, a Tanoisa, Bego (much more than i am), a Alex, a Paty, a Angie, a Lorena Pina, a Ester Bucero, a Miguelón Amigacho, a María Fernández, a Elena Rodríguez, a Luna, a Calce Cruz, a Teresa Mudarra, a Rocío León, a Teresa Sánchez, a Mónica García, a Susana Toledo, a Carmen Gomez del Pino, a María José Mateo, a Gisela M. Ferrer, a Marina Romero, a Paz Palomino, a Blanca Castán, a Beatriz Domínguez, a Violeta Dukan, a Eva Fuentes, a Mayte Cornejo, a Rebeca Moya, a Ana Peña, a Yolanda Triguero, a Rosa Lavelo, a Meritxel Jaén, a Eva Burillo, a Trini Muñoz, a Ana Jarava, a Ana García Pink, a Gemma Romero, a Alicia Mencía, a Noelia Zaragoza, a Isabel Sebastián, a Abi Love, a Eneritz Ayo, a Rocío Moncayo, a Ana Rojas, a Isabel Quesada, a Ana Belén GG, a Quesada, Priscila Altieri, a Mtps Treintaisiete, a Maripaz Carrasco, a Laura Estévez, a Lorena Pina, a Nuria Luna, a Chati Rodríguez, a Gemma Romero, a Isabel María Pintado, a Pili Molina R, a María Fernández… a todos los anónimos, los que comentan y los que no porque también son parte indispensable de esta familia, a las marcas que confían en nosotros y cuyos responsables son ya más amigos que clientes y a los amigos de siempre que creyeron en este blog desde el principio, mucho antes de que creyera yo… Sandra Yuste, Daniel Cortés, Amelia Baena, Jesús Romano, Rocío Carrasco, Alejandro Burgos, Ana Belén García, Belén Rodríguez Palomo, Patricia Cano, a Macarena Cerrudo, a Ro Ruiz, Eu Maru, Isa García Pérez, Raquel Alcántara, Cristina Albiñana, Isa Villodres… y muchos más y al pater y a los pelirrojos y a la family y a todos los que me dejo en el tintero por esta mala cabeza que dios me dio y porque ya somos tantos que no cabemos en un post. Ni aunque sea el post del millón.

El día en que me den el Planeta no sé cómo lo voy a hacer.

Pues eso… que un millón de gracias!!

Razones para celebrar el fin de la Navidad

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1.- Puedo quitar el gigantoárbol de mi salón y evitar el reguero de minihojas de plástico por toda la casa, el espurreo de purpurina y los rachones que me meto en la cara cada vez que doblo la esquina con el ímpetu del primer sorbo del Red Bull o con el pavo de recién levantada al borde de la muerte. Igualmente, Cigoto, cuyo cambiador esta lindando con el árbol, dejará, por fin, de engancharse a las ramas cual tarzán trasnochado coqueteando con el suicidio infantil.

2.- Mi culo podrá volver a sus dimensiones originales, que tampoco es que en el origen fuera el culo de Jennifer López, pero al menos era mejor que el de ahora que casi tiene vida propia. O al menos podré intentarlo sin boicoteadores profesionales ofreciéndome delicias en forma de grasas saturadas que se me adhieren a las cartucheras como sabandijas demoníacas.

3.- Se acabaron los peregrinajes en busca de los juguetes agotados, suplicando a dependientas quinceañeras con rabillos infinitos y gigantoaros que, sabedoras de que tienen el poder, te chuelan mientras mascan chicles y se ríen de ti por querer comprar el juguete de moda tres semanas antes de Reyes.

4.- No más compras a deshora con los ojitos güertos de agotamiento navideño, luchando con tres millones de personas por una bata de Hello Kitty dos tallas más pequeñas que la de la nena, que vale un ojo de la cara y que ni siquiera te gusta, pero comprara el día 5 de enero es como ligar a las 5 de la mañana… no te puedes poner exquisito. Y todo ello mientras una avalancha humana te aporrea las piernas con las bolsas del Primark, que se rompen si las miras dos veces y te apuñala las caderas con los rollos de papel de regalo tamaño XXL.

5.- Descanso familiar. Que sí, que sí, que una es muy familiar y todo eso, pero esta sobredosis infernal de idas y venidas, de griterío, de cenas festivas, de almuerzos, de compras interminables, de desayunos con rosco de nata, de sobrecarga de niños chillones y peleones, de más compras, de empujones por los pasillos, de llamadas a deshora, de merendolas en cafeterías atestadas, de villancicos populares, de anís El Mono y demás maneras de morir han acabado con mi paciencia y parte de mi ya escasa frondosidad capilar.      

Suegra sí hay más que una. 20.- La suegra quisquillosa

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La suegra quisquillosa desaprueba tres cuartas partes de las decisiones que tomáis en casa más que porque no esté de acuerdo, por dar por culo, que es uno de sus deportes favoritos junto al de subir la ceja y torcer el morro para que quede claro lo poco que le gusta casi todo.

La suegra quisquillosa cree que el colegio en el que has matriculado a los niños está muy lejos de casa, da igual si está a la vuelta de la esquina o en Gambia, la cuestión es dar guerra, que los uniformes son muy feos ‘que mira que te he dicho que el verde no le va bien a tu niña’ y tienen una confección muy mala y que la señorita tiene cara de mala persona ‘o será que es muy fea con esa cara de asco que tiene’.

La suegra quisquillosa quiere pelar al niño para dejarlo como un marine americano sólo porque tú le estás dejando el flequillo al estilo niño de La Moraleja, pero te pregona cada vez que le cortas las puntas a la niña aunque tenga el pelo como Rapunzel ‘hijamía que parece que lo haces por darme un disgusto, con el pelo que tiene la niña que parece que le tienes envidia’, mientras mira con cara de asco tu pelo de rata fruto de las noches maternales en vela.

La suegra quisquillosa te pide cita para el pediatra al que fueron sus hijos, que tiene 200 años, que no sabe lo que es Internet y que se quedó en la peste como última epidemia importante, porque el tuyo ‘no sabe dónde tiene la cara’ básicamente porque lo elegiste tú aunque sea médico de familia y cirujano y dé conferencias internacionales en congresos de postín.

La suegra quisquillosa sube la ceja cuando su hijo le enseña la camisa que le has regalado ‘hijo, es que tu sabes que el rojo no te va bien y menos en esos cortes tan modernos y tan mal hechos que te marcan la bartola más de lo que debería, que vamos que tu mujer ya debería saberlo’ mientras tú te quedas con la cara partida por no saber que el rojo era un color prohibido y que las camisas de Paul&Shark son malas.

‘Riegas mucho las plantas o las riegas poco, aquí hace mucho calor o mucho frío y por ende, los niños están muy abrigados o muy frescos, a los niños les regañas poco o mucho y mal, les das muchos caprichos o eres muy severa, el vestido de la boda de la prima Maripili es muy largo o muy corto o muy poco arreglado que parece que vas a un almuerzo de trabajo o es demasiado vestido para una boda tan chica que a ver si lo que quieres es eclipsar a la novia’… y así con todo hasta que te dan ganas de sacarte los ojos de las cuencas o, mejor aún, de sacárselos a ella con la cuchara de plástico del Ikea, que eso seguro que sí se te daba bien.


Cada lunes, un nuevo modelo de suegra en ‘Suegra sí hay más que una’. Es hora de sacar la lengua viperina que Dios nos ha dado, criticar, desahogaros y puntuar a la vuestra con nuestra típica puntuación del 1 al 10… Yo me abstengo, que para eso mi suegra es un primor –y me lee jajjaja-, pero vosotros podéis dejaros la bilis… No sé por qué me da que va a haber muchos comentarios anónimos… A criticar!!! Y que no se ofenda nadie, que esto es para divertirnos!!


De polis buenos, polis malos y pelirrojas tramposas

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De todos es sabido que la pelirroja es fan muy fan de su padre en parte porque nos viene así de nacimiento y en parte porque el pater es el poli bueno más bueno de la comisaría que soporta estoicamente los valses a medianoche con la pelirroja, que no tiene problemas en dejar de currar para casarse en el salón con su propia hija vestida de majara y que nunca cree que es un buen momento para echar la bronca a no ser que me vea con cara de loca, echando espuma por las comisuras y con el dedo acusador apuntándole a los ojos y entonces con una sonrisa cándida como la de Karina la de ‘Las flechas del amor’, le dice a la niña que eso no se hace más y siguen bailando como si estuvieran en la corte de Luis XIV.

Así que, claro, la niña que no es tonta sabe quién es el amigo fiel y quién la señorita Rottermeyer, que la persigue para que recoja y se lave los dientes y las manos y se vista sola, primero en plan vamos a dialogar y luego en plan voy a sacarme los ojos de las cuencas y te los voy a tirar a la cara con golpe de efecto, y se ha posicionado a favor del árbol que más cobija y menos regaña, que aquí lo que hay es mucha cara y mucha poca vergüenza, la del padre y la de la niña. Hombre, ya.

Así, la niña me tiene como persona non grata para la diversión y razón no le falta a la chiquilla porque cuando el otro día llegué de la calle y me la encontré en la bañera pegándole alaridos a Cigoto en su nueva sillita de baño, ambos emocionados de bañarse juntos, lo primero que pensé fue cómo al pater se le había ocurrido semejante temeridad primero por la integridad física del chiquillo que tenía cara de ‘llamen a las autoridades por favor’ y segundo por el nivel de salpicadas que hizo que tuviéramos una versión casera de la presa del Limonero entre el váter y el bidé. Gloria bendita. Y a la tercera amenaza, la pelirroja me pone su sonrisa más falsa y me suelta un ‘mamá, mejol quédate en el zalón tranquilita que aquí hay muso ruido y azín no te ponez nervioza y dezcanzaz’. Ahí lo llevas.

Y aunque sea yo la que la lleve al cine y de paseíto, la niña sabe que no soy trigo limpio y siempre me tiene como segunda opción para cualquier plan molón aunque por suerte, como la pobre tiene poca vergüenza pero buen corazón, tira de mano izquierda para que no me dé cuenta del agravio.

De esa manera, cada noche, cuando llega la hora de meterla en la cama y que uno de los dos haga como que se acuesta con ella hasta dejarla KO, la niña empieza a marear la perdiz y dice cosas del tipo Mamá ez que hoy le toca dolmilme a papá / No, papá te durmió ayer, hoy me toca a mí… / Ez que mamá a ti te toca loz juevez… / Pero si hoy es jueves... / Pero loz otroz juevez, mamá…

Y no es que yo me mate por dormirla –con lo bien que estoy yo viendo un telediario en pijama- pero es que a mí me da miedo bañar sola al peque y al pater no, así que nos dividimos tareas: yo duermo a la nena mientras él baña al nene. Pues no hay manera de hacerlo sin tener que pelearlo. Básicamente porque conmigo la niña se duerme en dos minutos con un cuento basura inventado de princesas y cisnes que no tiene ni pies ni cabeza, y con el pater en tres cuartos de hora y con la colección completa de los Hermanos Grimm por delante. Que no hay color y la niña no es tonta.

‘Ez que mamá, le toca a quién primero levante la mano’. Pero si la levanto yo, dice que es trampa porque el pater no estaba listo y así siempre. Pero el colmo de los colmos fue el otro día que después de que yo hubiera levantado la mano la primera y hubiera dejado claro que era jueves –inventado por supuesto- me dice la niña que hay que echarlo a suertes –manda huevos- y se me pone a hacer el pito pito gorgorito contando hasta siete, pero cuando vio que el dedo se paraba en mí, dijo que había pensado que en ocho era mejor‘porque ez un número máz chachi, mamá porque ez como un churro’, como si la Policía fuera tonta.

Pero ayer fue el colmo cuando ya la iba avisando de que anoche la dormía yo. ‘Porque papá te durmió ayer y además hoy es jueves y me toca a mí y además mira como levanto la mano’, ‘Zi mamá pero ezo zerá zi te toca en el zorteo’ como si fuera una cita con George Clooney y la vi dirigirse al pater para decirle al oído: ‘¿papá, tú donde te vaz a poner para el pito pito? Ez que azí lo enzayo y ya ziempre me zé el número para que te toque’, con los ojos como platos de la emoción como si hubiera aprendido a contar cartas en un casino de Las Vegas.

Al final siempre la duermo yo, sólo faltaría, pero me siento como la pava del instituto de gafas gigantes, aparato dental y peto vaquero a la que nadie quería invitar a las fiestas molonas. Porca miseria.

Cinco razones por las que mola ser el poli malo

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1.- Cierto es que no te invitan a ver Peppa Pig en el sofá pero no es como si no te invitaran a ver la última de Coppola, así que entre ver a una familia de cerdos tirarse al suelo y hacer como que eructan –o lo que sea ese extraño ruido- o tener un rato para poder leer aunque sea en el móvil con los ojos como un chino mandarín, me quedo con la lectura aunque me gane tres dioptrías y tenga que concentrarme para que los gritos de la cerda no me taladren el hipotálamo.

2.- Tus hijos no quieren que te cases con ellos. Lo cual me viene muy bien ahora que el vestido de novia no me cierra y no tengo ya el pelo para recogidos sevillanos, por no hablar de evitarme hacer los paseíllos por el salón clavándome las mazorcas de maíz de plástico en los pinreles mientras entono a Mendelssohn con los ojos en blanco. No me veo, no.

3.- No quieren que los duermas. Lo cierto, es que meterte en una cama de 90 junto a la susodicha vástaga, al ratón-oso raruno de Imaginarium, a la Nenuco bizca, a la ovejita llena de mierda que ya no es blanca sino gris oscuro casi negra, a la Minnie con el ojo pintorreado, a la Barbie falsa desnuda y a la muñeca raruna que sirve para meterle pijamas dentro, no es lo que se dice un plan molón. Si además has de contar un cuento con la mano tiesa de la Barbie clavada en el párpado y amenazar en arameo, la tarea resulta agotadora, pero nada comparado a cuando logras tu objetivo y sales del cuarto como si te hubieras bebido dos botellas de orujo de las que preparaba el abuelo de tu amiga para nochebuena y/o te hubieras jalado dos cajas de valium 5.

4.- No te dan chuches o no tantas como al poli bueno, lo cual es también una buena noticia porque aunque tengo repelús al recordar cuando me comí un puñado de gusanitos chupados que la cochina de la pelirroja había metido nuevamente en la bolsa. Si una va a invertir en grasas saturadas, en caries y en gigantocaderas, hagámoslo a lo grande y no con palotes rechupeteados y nubes manoseadas.

5.-  No quieren bañarse contigo. O sea que no quieren tirarte su colección de muñecos de la bañera de plástico duro como el acero a los pies, ni empujarte con la Nenuco peinados embotada de agua helada hasta dejarte con el grifo clavado en las cervicales –como estoy yo de los mareos-, ni dejarte ‘congelaíta’ porque el agua siempre les parece que quema, ni comerse tu esponja, ni rebozarte en espuma que te deja la piel tiesa como la mojama, ni tratar de lavarte el pelo con dos litros de champú y lo que es peor, desenredártelo con la fuerza de Sansón y la malaleche de Risto Mejide… ¿De verdad hay que lamentar que nos priven de eso?

The winter is coming...

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La pelirroja está mala. Y cuando la pelirroja está mala todos estamos malos y no precisamente por solidaridad –que cuando una está al borde del abismo como Massiel a las tres horas de iniciarse la barra libre de una boda no hay solidaridad que valga- sino por agotamiento porque entre lo que cuesta que se tome las medicinas y que esté tumbada aunque sean tres segundos, es más complicado ser su enfermera que ser la psiquiatra de la plantilla de Telecinco.

La cuestión es que la niña empezó a hablar raro, como gangosa, y como estoy agotada y vivo sin vivir en mí como santa Teresa, pues pensé que la niña estaba poniendo voces como los mediums de las películas, pero cuando empezó a llorar y a gritar como una loca sin venir a cuento, tuve dos líneas de pensamiento: una, que finalmente había sido poseída por algún espíritu que había tenido a bien manifestarse en mi salón –qué fatiga, cómo tengo yo la casa- y otra, que vino a ser la cierta, que a la niña le dolía la garganta y ya no había marcha atrás.

The winter is coming, que diría el Stark. Y tanto que venía, que de los resfriados pelirrojos tengo yo estas ojeras infinitas, que los desvelos, las luchas jeringuilla en la mano y la falta de colegio donde me la acojan algunas horas, ha hecho que le tema más a una enfermedad pelirrojil que al espíritu de una niña en camisón a las tres de la madrugada en el pasillo de mi casa.

Así que ahora tenemos antibióticos, de esos espesos y asquerosos que algún genio de algún laboratorio tuvo a bien inventar básicamente para dar por culo a las madres del mundo porque, claro, para qué vamos a hacer un antibiótico para niños que sepa a fresa y que tenga un textura agradable si podemos hacer uno que haya que mezclar y que siempre quede grumoso nivel cemento de obra y sepa a infierno y se les quede a los críos enganchado en la garganta para toda la vida como un grano de Espidifen.

Y por si no fuera poco la lucha y la persecución para que se trague el jarabe y las peleas para que se ponga el pijama y no vaya disfrazada de princesa guarrindongui por la casa sin pantalones ni zapatos ni calcetines y el aguante de tenerla en casa recluida como una monja de clausura a pique de perder la cabeza, ella y toda la familia, que hasta Cigoto está negociando su propia adopción… ayer en un ataque de amor maternal la tuve todo el día abrazada y la dormí ‘carita con carita’ compartiendo lecho, almohada y respiración… y esta mañana, alegría, y de regalo me llevo un dolor de garganta nivel me he comido un puercoespín y deliciosos golpes de fiebre.

Si es que el amor maternal no trae nada más que complicaciones. Mira tú la Pantoja.
Pues eso, que esto no es vida.

Antibióticos, fiebre y pelirrojos malignos

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No diré que esta gripe que todo lo alcanza y todo lo inunda, ha venido a darle un zarpazo mortal a mi calidad de vida, porque calidad, lo que se dice calidad de vida en esta casa no tenemos desde que empezamos a comprar patucos y ansiolíticos al peso. Que lo de que tener hijos es como vivir en un campo de trabajo somalí eso no te lo dice nadie. Que aquí lo que hay es mucho oscurantismo y mucha cortina de humo con botes de Nenuco que huelen a gloria y niños regordetes que salen sonrientes en televisión para engañar al populacho, pero que cuando apagan la cámara lloran tanto o más que el tuyo por muchos roscos que tengan en las piernas y mucha caída de pestañas.

Y es que si yo estuviera con esta gripe que me tiene poseída y esta garganta inflamada que me obliga a hablar como Luz Casal, pero sin niños pues también estaría jodida, no voy a engañar a nadie, pero estar jodida en tu sofá, con tu mantita, tus películas basura, tus revistas o tus cabezadas premiun nivel anciana que toma el fresco en el pueblo es una jodienda diferente porque al menos puedes morirte en silencio y desde que soy madre tengo al silencio muy sobrevalorado.

Sin embargo, yo que tengo a estos pelirrojos expertos en dar guerra no puedo ni morirme tranquila porque todo es jaleo en esta casa de locos, que aún no sé cómo no ha venido la Policía a echarnos la bronca como cuando era mossuela y hacía fiestas destroyer, que se ve que aquí nadie está de mi parte.

Por su parte la pelirroja que estaba muy mala, malísima, súpermala, negándose incluso a tragarse la saliva porque ‘me duele puzermusshizimo” yendo con un pañuelo en la mano para escupirla como un viejo asquerosote de esos que escupen y a los que mataría con su propio bastón, ha sido tomarse un par de chutes de antibióticos y mírela usted, con más energía que María Patiño, vestida de princesa y en patines, dando trompicones por la casa, a punto de llevarse por delante al hermanísimo, que ahora se pasa el día cual orangután, lanzando sonidos guturales cada vez que ve algo que quiere, o sea siempre, hasta que se lo das para evitar el llanto nivel dibujito japonés –de esos que tenían cataratas por los lagrimales- y es cogerlo y darle dos lametones y lanzarlo con furia para reclamar lo siguiente y así siempre. Siempre. Y siempre es mucho tiempo. Sobre todo si tienes gripe y el antibiótico tuyo no es tan milagroso como el de la nena.

Así que llevo un par de días arrastrándome por la casa con mi fiebre y mi malestar general, mientras la pelirroja me persigue con tres cuentos nuevos más largos que el Ulises, para que se lo lea ‘pero poniendo voces shashis’, Cigoto con el ojo pipa –porque también ha pillado rasca y tiene un ojo semipegado como Popeye- lanzándome los mandos de la tele por los aires y el pater comiéndome la cabeza con la nueva receta que va a preparar de fabada y los detalles del último cómic de Batman que le han traído los Reyes.

Estoy por ir a buscar a la doctora que ayer me dijo aquello de ‘pues haz lo que tengas que hacer, pero reposo tienes que guardar’ y arrastrarla de los pelos hasta mi salón. A ver si tiene narices de decírmelo a la cara.

Suegra sí hay más que una. 21.- La suegra invasora

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La suegra invasora cree que su casa es tan suya como tuya y aunque seas la nuera más desagradable del mundo, se mete en tu casa a las diez de la mañana cuando de viene de hacerse la radiografía de cadera y no se va hasta que los niños se acuestan, haciendo como que te ayuda poniendo lavadoras y metiendo la cabeza en tu mueble de la ropa sucia nivel ‘la intimidad está sobrevalorada’ manejando tus tangas y camisones y los calzoncillos de tu marido como si fuera un mantel de cuadros vichy de seis servicios.

La suegra invasora se empeña en acompañarte aal ginecólogo y antes de poder darle los buenos días ya le está pidiendo que te ponga un DIU ‘o un anillo vaginal de ésos como el que tiene la nuera de mi prima María Manuela que ésta está ahora como para quedarse embarazada con el trabajo que tiene y los niños dando guerra’, mientras tú, que ibas a por el resultado de tu citología anual valoras la posibilidad de abrirle la cabeza contra la pantalla del ecógrafo.

La suegra invasora se ofrece para quedarse con tus niños durante las vacaciones de Semana Santa pero una vez metidos en faena te dice aquello de 'mira que yo he pensado que para qué me voy a volver a mi casa a dormir si mañana voy a tener que volver a estar aquí a las nueve, así que mejor me quedo en el sofá y te arreglo todo esto’, aunque viva a la vuelta de la esquina y sólo tenga que estar allí por las mañanas porque tú sales a las tres de la tarde, así que sin necesidad ninguna te ves obligada a movilizar a media familia para dejarle un dormitorio a la abuela, que lo quiere es cambiar de aires y obligaros a ver Los Secretos de Puente Viejo en un bucle infernal, pero eso sí, dejando claro que todo lo hace por vosotros, ‘con lo tranquilita que estaría yo en mi casa’.

La suegra invasora se os acopla en verano en el apartamento de playa ‘para encargarme de los niños y que vosotros podáis estar más descansados’ aunque lo compartas con tu hermana y tu cuñado y tus tres sobrinos, nadie la haya llamado, ni la necesite y haya dejado a tu suegro abandonado en el apartamento de Benidorm, que no es que la mujer se fuera a quedar sin playa.

La suegra invasora se planta en tu casa los lunes por la tarde para plancharle las camisas a tu marido ‘porque el es muy mijita y le gusta cómo se las plancho yo’ y aunque tuvieras prevista una tarde de relax con los pies en alto, te ves obligada a aguantarla hasta la noche, cena incluida, por tres camisas mal planchadas que además, tu marido no se pone desde 2003 y lo peor, ella lo sabe.

Cada lunes, un nuevo modelo de suegra en ‘Suegra sí hay más que una’. Es hora de sacar la lengua viperina que Dios nos ha dado, criticar, desahogaros y puntuar a la vuestra con nuestra típica puntuación del 1 al 10… Yo me abstengo, que para eso mi suegra es un primor –y me lee jajjaja-, pero vosotros podéis dejaros la bilis… No sé por qué me da que va a haber muchos comentarios anónimos… A criticar!!! Y que no se ofenda nadie, que esto es para divertirnos!!

Las obras y otras maneras de volverse loca

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Mis vecinos se pirran por las obras. Es un hecho. Y les gusta hacerlas por partes para que el resto podamos disfrutar de sus daños colaterales en más de una ocasión y con la parsimonia que se merece. Así que en esta casa vivimos en un no parar de derribo de tabiques, lijadoras eléctricas, taladrados ensordecedores y martillos hidráulicos que ríete tú de Thor en un día de furia, y todo lo que conlleva una obra de ésas que se vienen anunciando durante años –como si fuera la nueva edición de Supervivientes- y duran más que las de El Escorial.

Si no fuera madre, diría que lo que peor llevo son las eternas pisadas de yeso que tengo hasta en la frente, porque mira que yo desde que me hice madre dejé de ser una persona limpia y ordenada, bueno, que me conformo con que no haya gusanitos machacados en el suelo y restos de yogurt por el sofá, quiero decir, pero las pisadas me vuelven muy loca y si son de polvo, más, porque me da la alergia psicológica, con lo malísima que es y cómo me pone los bronquios psicológicamente hablando… Pero como soy madre, las pisadas me trastornan, no voy a decir yo que no, pero sólo un poquillo, que yo tengo los trastornos muy en alza y no doy abasto en esto de trastornarme.

Así que creo que lo que llevo peor son los ruidos y no los ruidos de base con los que yo y mis tímpanos perforados hemos aprendido a vivir como si fuéramos controladores aéreos con jornada intensiva, hablo de los ruidos a traición, de esos que no te esperas y te asaltan justo en el peor momento posible, dejándote al borde del infarto como cuando aparece el niño chino de la Maldición en la pantalla y no te da la vida ni para gritar. Pues eso mismo.

Pero como una se ha vuelto solidaria con esto de la maternidad, pues su miedo no es que una muera de un infarto sino que lo hagan los pelirrojos… bueno para ser exactos y sinceros, el miedo es que los pelirrojos se me vuelvan locos, más locos quiero decir o más porculeros porque estos obreros, agentes de Lucifer, tienen a bien enchufar el martillo hidráulico justo en el momento en el que, tras tres horas de meneos y siete nanas inventadas con voz primero amorosa y luego demoníaca/violenta, Cigoto hinca por fin la frente y se duerme.

Y entonces suena el martillo y todo son manos en alto a lo Lola Flores y ojos abiertos de par en par y no hay relax ni descanso para nadie, Cigoto penoso pero espabilado haciendo el orangután –que es su nuevo deporte- y la pelirroja que estaba viendo Peppa Pig en silencio, también se me rebela y me pone la tele al máximo para tratar de entender a la cerda y entonces Cigoto más se me revoluciona y más orangutanea y yo me debato entre hacerme la muerta contra la encimera de la cocina o dejarme llevar por la furia y salir con la escoba en alto –y llena de pelusones- dispuesta a abrirle la cabeza a la cuadrilla de la obra.

De momento me he conseguido frenar… no por ética, dios me libre, sino porque me da miedo pensar que suba con esta cara de loca de andar por casa, con el pijama del pater puesto y que resulte que los obreros sean como los de la coca cola light y tengamos un disgusto.

No obstante, tengo preparada la careta de la pata Daysi que le dieron a la pelirroja en el último cumpleaños por si la cosa se pone fea finalmente y tengo que iniciar la masacre.  

El precio de la bipolaridad

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La culpa la tengo yo. Que me dio la bipolaridad, ésta que me acecha desde que soy madre y me fallan las conexiones neuronales, y un día que la pelirroja y el primísimo me tenían hasta el moño y les amenacé con que vendría la bruja y se los llevaría y se rieron de mí en plan ‘eres una abuela cebolleta y ya nadie cree en las brujas’, les solté aquello de que las brujas sí que existían, sólo que las madres decían que no para que los niños no se asustaran. Haciendo amigos.

Y es que la bipolaridad es lo que tiene, que de pronto una persona que no eres tú pero que tiene tu misma cara –tu misma mala cara, quiero decir- decide cagarse en todo en lo que llevas años trabajando –pico y pala, pico y pala- como el que la niña no tenga miedo a las brujas, más que por bondad por evitarte noches de fiesta y algarabía, ridiculizándolas, alterándole la trama a los cuentos, enseñándole los making off de las películas y dejándote la vida y la poca energía que te queda en que la niña entienda que las brujas no existen... y luego va tu alterego loco y malvado y suelta el gordo para que a la pelirroja con los ojos como platos y casi a punto de salírseles de las cuencas como a Bill Cosby, se le desencajara la mandíbula mitad sorprendida, mitad aterrorizada ante la verdad que acababa de descubrírsele.

Pues entre eso y entre que el otro día el pater tuvo a bien enseñarle el trailer de la nueva película de Maléfica de Disney –que me da terror hasta a mí-, tengo a la niña cogiendo moscas, que diría la mamma, y al pater y a mí misma con los ojitos güertos de agotamiento porque entre los cánticos gregorianos de Cigoto, que ése no le tiene miedo a nada -ni siquiera a los nódulos en la garganta que está cultivando con tanto orangutaneo y tanto grito nivel Mila Ximénez día y noche que se le va a quedar la voz como a Marta Amaya- y las llamadas nocturnas de una pelirroja histérica que dice que Maléfica está sobre la cómoda, como si la pobre mujer no tuviera otra cosa mejor que hacer a esas horas, que plantarse allí sobre el conglomerado cutre del Ikea, entre la Barbie mariposa, el menaje de los chinos y el chándal del uniforme hecho bola.

Pero claro, la pelirroja es de ideas fijas y si hay miedo, hay miedo y allí va su madre a calmarla a la una, a las dos y a las tres de la madrugada, a compartir lecho y foco de virus y barandilla hincada en los riñones, mientras el pater inyecta biberones de agua para calmar a Cigoto y dejarlo al borde de la inundación y que deje de dar conferencias nocturnas al estilo Castro, mientras da cabezadas contra la puerta del armario… hasta que llegó yo de dejar dormida a la nena y lo rescato y nos metemos en la cama para a los quince minutos –y aquí estoy siendo generosa- volver a las andadas, cada vez con menos comprensión y más mala leche.

Sí, así de bonita es la maternidad.

Razones por las que entrar en modo furia un miércoles cualquiera

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1.- Nada me gustaría más en este momento que meterle la declaración anual del IVA hecha un avión kaza por el culo al área telemática de Hacienda. Si el área telemática tuviera culo y yo tuviera narices de entender el dichoso y ortopédico programa  diseñado por una abuela de Albolote y pudiera terminar la dichosa declaración sin tener que instalarme los archivos de la NASA en mi portátil.

2.-  He ido por tercera vez a H&M en busca de la sudadera que presuntamente traen cuando me dicen y cuando voy siempre acaba de agotarse en ese mismo momento, como si hubiera una legión de amantes de las sudaderas de flores esperando bajo mi ventana y cuando me ven salir por el portal corren que se las pelan para arrasar con todas las existencias, básicamente para maltratarme.

3.- Los obreros iluminados que me llenan la casa de ruidos y de pisadas de yeso, han movido muy sabiamente los aparatos del aire acondicionado y los han estropeado y ahora, hasta que los arreglen, tengo que morirme congelada como Bowers, Wilson y Scott en el sofá porque no me puedo poner la calefacción a tope directa a la cara, que es lo que más me gusta del invierno.

4.- He ido de compras a probármelo todo y he descubierto que la operación biquini debería haber empezado hace ya mucho tiempo. La visión ha sido dura. Dice la dependienta que son las luces, así que no descarto ir mañana con la escoba pelusera y acabar con todos los focos engendros del mal para que no sigan derrochando maldad y enfrentando a la gente a las coles de Bruselas sin miramiento alguno.

5.- A Cigoto le están saliendo los dientes, el diente para ser exactos, por lo que está insoportable nivel leyenda, llorando como Lydia Lozano y protestando día y noche, lo que sumado a mi síndrome premenstrual que me vuelve loca nivel ingreso indefinido, ha convertido mi apacible hogar en un infierno. Vamos, que como diría mi padre, me apunto a la Legión Extranjera pero ya. 

Otra cosa es que me acepten.

Nomadres, madres y madres múltiples. Parte I

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1.- Las nomadres pasan las noches de los sábados cenando con los amigos y de copichuelas en una terraza. La madre también acaba borracha pero de ver por tercera vez en la noche la segunda parte de la Cenicienta, en una esquina del sofá y dando cabezadas contra la columna. La madre múltiple mira con un ojo la Cenicienta –para que la niña no se encabrone- mientras con el otro al más puro estilo Leticia Savater vigila que el pequeño no se suicide del carro y duda entre dar una cabezada contra la columna o directamente abrirse la cabeza y ganarse unos días de encame.

2.- Las nomadres reciben las vacaciones de verano como un regalo divino y preparan mil planes divertidos para disfrutarlas a tope. La madre hiperventila de pensar en las quinielas que ha de hacer para colocar al niño mientras trabaja, y si no trabaja por tener que aguantarlo a tiempo completo y lo que es peor, tener que llevarlo a la playa y morir de vergüenza mientras el nene lanza palazos de arena a los ojos de los turistas y se come los chinos de la orilla a dos manos. La madre múltiple directamente se compra dos cajas de valiums.

3.- Las nomadres salen de su casa perfectamente maquilladas y con el pelo planchado. Las madres a veces se peinan, se pintan en tres segundos y disimulan las manchas de leche regurgitada con pañuelos de temporada. Las madres múltiples se conforman con llevar bragas.

4.- Las nomadres disfrutan cuando van de compras, se conocen las colecciones de las tiendas y son respetadas por los dependientes. Las madres compran al estilo Flash y tratan de evitar que la niña arranque otro vestido de lentejuelas de la percha y se lo coloque a escondidas mientras lame el espejo frente a la caja. La madre múltiple directamente compra por Internet.

5.- La nomadre mira a las embarazadas con ternura y hasta con envidia de la sana. La madre la mira con ternura pero por lo que sabe que se le viene a la pobre encima y lo único que le envidia es que aún tiene al niño dentro y no fuera dando guerra. La madre múltiple disfruta ante la idea de un nuevo orden mundial de amigas que malvivan con cara de loca y falta de sueño como ella. Mal de muchos…

Suegra sí hay más que una. 22.- La suegra loca

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La suegra loca parece normal a simple vista e incluso amable pero tiene una visión alterada de la realidad que al principio te deja desconcertada como si fuera una broma surrealista pero que al final cuando descubres que es una tara real acaba por arruinarte la paz interior y exterior. Y es que si pasa más de dos días sin que le lleves a los niños ya va diciendo que es que tú nunca la has querido, que mira que ella se porta bien y os quiere, pero que tú eres muy tuya aunque por lo que no hayas podido ir a verla sea porque te estén operando de piedras en la vesícula o estés de viaje de negocios en Venezuela.

La suegra loca critica hasta al gato de la vecina del quinto 'que mira tú si es cochino que ha tenido crías con tres gatas diferentes, pero ya ves tú la criatura a quién va a salir, que en esa casa ni hay principios ni na de na, que demasiado bien están saliendo esas niñas que ni tienen estudios ni oficio ni beneficio y una de ellas, madre soltera de un sinvergüenza que yo creo que se droga, pero vamos, que yo no digo nada porque yo soy una persona discreta y no me gusta el critiqueo' y después de soltar esto en mitad de la carnicería del barrio delante de cincuenta vecinas más, se queja de que la vecina del quinto la mire mal 'que no sé yo lo que le he hecho con lo unidas que hemos estado siempre sobre todo desde que murió su Rafalito, que mira que era borrachín, pero no era mala persona, no siempre, no. Y ahora ni me mira y claro yo sufro, cómo no voy a sufrir'.

La suegra loca se puede pasar tres semanas sin llamaros pero la culpa siempre será vuestra porque ella nota que os molesta cuando llama y a ella no le gusta molestar y puede pasarse dos meses sin ver a los niños porque no le da la gana pero aunque a ti te dé igual al final te tienes que cabrear porque va contando por la familia, que está loca por verlos pero que como su hijo y tú estáis siempre de acá para allá no tenéis tiempo de pensar en una vieja que está solita y no quiere más que estar con sus chiquillos, que ella lo entiende, pero que vamos, que todos vamos a llegar a viejos... Y no cuenta nada de las dos veces que te ha dejado plantada en la última semana con la mesa de la merienda puesta y el lexatin tomado para tomar café juntas en tu casa y aguantar sus desvaríos con una sonrisa.

Por suerte, la suegra loca ya no engaña a nadie y la mayoría de la familia se cree la cuarta parte de la mitad de lo que cuenta, no obstante siempre hay algunos oídos vírgenes que no la conocen, no mucho al menos, y que acaban horrorizados de escuchar las presuntas injusticias a las que el mundo somete a esta buena mujer, que mira que tiene mala suerte con su familia, con lo agradable  ue es y el buen corazón que tiene... 

Cada lunes, un nuevo modelo de suegra en ‘Suegra sí hay más que una’. Es hora de sacar la lengua viperina que Dios nos ha dado, criticar, desahogaros y puntuar a la vuestra con nuestra típica puntuación del 1 al 10… Yo me abstengo, que para eso mi suegra es un primor –y me lee jajjaja-, pero vosotros podéis dejaros la bilis… No sé por qué me da que va a haber muchos comentarios anónimos… A criticar!!! Y que no se ofenda nadie, que esto es para divertirnos!!

Nomadre, madres y madres múltiples. Parte II

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1.- La nomadre tiene una casa de revista decorada con dedicación y tiempo y la mantiene limpia como los chorros del oro, obligando al novio a desinfectarse en el umbral de la puerta como si hubiera estado expuesto a la radiación de Chernobil y una vez en la ducha lo obliga a secarse dentro y a limpiar la motitas que quedan en la mampara para que el cristal no pierda el brillo aunque el novio pierda las ganas de vivir. La madre tiene a la Barbie Mariposa sentada encima de la tele a modo de decoración de Los Morancos, mil cuadros de garabatos pegados con celo por la pared como si estuviera en un psiquiátrico abandonado y aunque viva con un paño pegado a la mano y una fregona a la otra, la casa no sale de un estado pocilguero perenne. La madre múltiple se conforma con no pisar patatas al jamón -lo de los gusanitos ya lo ha superado- y con que la témpera con la que los niños han pintado el sofá esté seca para la hora del rengue.

2.-La nomadre se pasa horas hablando por teléfono fijo sobre si a Manolito le gusta Susana o sobre la última temporada de Homeland mientras que por el móvil bombardeamensajes a la velocidad del rayo en los doscientos grupos de whatssap que crea al día. La madre silencia los teléfonos para que el niño duerma y cuando mira el móvil hiperventila ante las quince llamadas perdidas y los 55 mensajes no leídos. La madre múltiple cree recordar que la última vez que vio el móvil lo tenía el pequeño dentro de la mochila de la guardería junto a la mascota mugrienta y a los restos de gusanitos chupados.

3.- La nomadre es voluntariosa y entregada y hace dieta estricta y va todos los días al gimnasio para estar estupenda para la operación biquini. La madre se pone a dieta, que se salta día sí y día no, cerrando un día de mierda de falta de sueño, niños revolucionados, bronquitis, papilla en las pupilas y envejecimiento prematuro de la piel con un donut de chocolate a modo de terapia baratona, se compró una cinta de correr para hacer ejercicio sin tener que perder una hora en ir al gimnasio y no ha tenido ni tiempo ni ganas de usarla, eso sí, como perchero en el cuarto de la plancha le viene de escándalo. La madre múltiples no sabe cuánto tiempo va a sobrevivir ni si la ingresarán en la López Ibor antes de junio, así que no se niega una alegría en forma de azúcar total no sabe cuándo podrá volver a comer entre llevar a la niña al ballet y al niño a fútbol, luego a la catequesis en doble turno y al final los deberes de inglés... No va al gimnasio desde 1997 pero tiene unos gemelos de acero de empujar el carro con el patín puesto y los dos churumbeles dentro, de una punta a otra de la ciudad.

4.- La nomadre muere de un infarto si se mancha el vestido de vino en el transcurso de una cena. La madre se echa el fular encima y pide otra copa que para eso no sale desde los 90 y el vino huele mejor que la leche regurgitada. La madre múltiple ni se da cuenta de que se ha manchado, básicamente porque va por la segunda botella y porque empieza a hacerle efecto el Valium 5 que se tomó anoche.

Cigoto y la telebasura

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Pues mire usted, sí. A mí me gusta la telebasura. Mucho. Me gustan los shores. Todos. Y Gran Hermano, Supervivientes, Sálvame, Sálvame Deluxe, Alaska y Mario, Catfish y todo reality decente e indecente que se me cruce por el camino y que si es de la MTV o de Cuatro, mejor que mejor.

Y no me avergüenzo, mire usted. Ni una mijita. Más me avergonzaría si me gustaran otros programas que tienen pretensiones y que sí que me parecen telebasura, porque yo lo que quiero es divertirme y pensar en musarañas y chumineros y pasarlo chachi piruli sin tener que establecer conexiones neuronales, con lo mal que tengo yo el sistema nervioso central y lo que me cuesta una conexión para abrir la nevera como para desaprovecharla viendo un documental de la 2.

En mi defensa diré que veía Redes hasta que se fue Punset y que no me pierdo un informativo o un documental interesante, pero que lo dejo todo por un polideluxe y es lo que hay. Y tengo una carrera, un máster y he leído la Iliada –básicamente para poder decir que la había leído, que todo hay que contarlo- y muero por ver una final de Gran Hermano con amigos y mucho vino. Hombre ya.

Cuento esto porque el pater, amante de las novelas de romanos, de los documentales del Nacional Geographic y del Canal Historia, hiperventila cada vez que pincho Telecinco y aunque más de una vez haya hecho el esfuerzo de ver un episodio de ‘¿Quién quiere casarse con mi madre?’ conmigo, al final lo pillo leyendo en el móvil de soslayo. Sinvergüenza.

Por supuesto, no puedo ver estos programas delante de la pelirroja -que todo es malavida y censura en esta casa- no vaya a ser que por un chute de telebasura en vena, la niña se me acabe convirtiendo en la legionaria o en Ylenia de Gandia Shore, que no tengo claro qué es peor, así que me veo sometida a un síndrome de abstinencia la mar de malo, dado que la pelirroja y yo somos como siamesas pero sin compartir órganos vitales.

Así que es Cigoto el que vive sometido a los pocos chutes de telebasura que puedo darme y lo curioso no sólo es que no le parece una mala elección sino que se queda con los ojos como platos viendo a Karmele hacer el indio y hasta aplaude con la musiquilla de la MTV. Y me emociono. ¿Cómo no voy a emocionarme? El problema es que el pelirrojo va un paso por delante de mí y ya sólo se entusiasma con la Casa de Mickey Mouse o Mujeres hombres y Viceversa, que eso ya es mucho hasta para mí que soy una avanzada en esto de la telebasura.

Miedo me da cuando descubra a la Milá haciendo el majara en Gran Hermano. Si es que ya decía yo que este niño se parecía a su madre…

La vuelta al baile

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Ya os contaba a principios de curso, el drama en el que andábamos metidas la pelirroja y yo con esto de su amor incondicional por el baile, mi afán de que tuviera un tutú y un coquete envuelto en una malla rosa y supiera hacer un porté como dios manda y quitarme a mí esta frustración tan mala que tengo de no haber sido una artista de renombre. Y también os hablé de las ganas de la susodicha de dar taconeos en el colegio con sus otras miniamigas amantes del baile, de su predilección por la reja frente al Lago de los Cisnes, por la falda de volantes frente al tul y por los tacones de gitana con clavos en las suelas frente a las zapatillas de cintas que me quitan el sentido de la orientación de bonitas que son. Un despropósito.

Pero como aquello me pilló en un momento zen de mi vida, pues la apunté al baile del cole, que es lo que ella quería, pobrecita mía, a que diera taconeos a diestro y siniestro arrastrando la falda a su paso cual Cristina Hoyos trasnochada.

Y en ésas estuvimos un par de meses, tiempo en el que la maestra de baile envejeció siete años y tuvo tres crisis de ansiedad y un día así, por la cara, después de llevarla y recogerla estoicamente y hasta de empezar a ilusionarme con el asunto del baile español, va la niña y me dice que no quiere ir más al baile y que las castañuelas, la falda y el abanico me los coma yo, pero que por lo tacones no me preocupe ‘polque me zilven para veztirme de bruja’. Que otra cosa no, pero mi niña sabe lo que es un fondo de armario.

Las razones de por qué quiso borrarse nunca me quedaron claras: “ez que no quiero ir máz porque no llego a la luz” fue su primer argumento, algo flojo, básicamente porque es la más alta de la clase y si no llega ella, no llega nadie, así que imagino que muy frustrada no estaría. “Ez que la zeño no me deja que me arraztre por laz cortinaz” me soltó otro día y ni siquiera quise preguntar de qué iba el asunto, que en estas cuestiones cuanto menos sepas, mejor, así que yo asentía y en secreto me frotaba las manos porque las castañuelas fueran quedando en el olvido y de paso yo no tuviera que doblar turnos a la puerta del colegio para que la niña diera rienda suelta al taconeo.

Y así fue. Nadie se acordaba ya del baile… y la falda y las castañuelas y el abanico estaban al fondo del cajón, esperando el tiempo reglamentario para ser expulsadas de la casa con este antidiógenes tan malo que tengo y el viernes pasado, así por la cara, la niña vino del colegio llorando amargamente porque yo la había borrado del baile.

Ya os he dicho muchas veces el empanamiento severo de la pelirroja pero esto ya era de traca, básicamente porque hacía nada menos que dos meses que ya no iba al baile, como si hubiera hecho un viaje en el tiempo y se hubiera saltado los últimos sesenta días y se tuviera que enfrentar por vez primera a la ansiedad de la falta de taconeo. Muy paranormal todo.

Y estuvo llorando viernes y sábado y domingo… Y el lunes antes de poder abrir los dos ojos y con el desayuno a medio tragar la volví a apuntar a baile, para drama de la seño Lourdes, de los vecinos de abajo y de mí misma que ya me veo castigada en la silla del comedor obligada a aplaudir los giros descoordinados de la pelirroja y fingiendo no ver cómo se deja los piños contra la columna del salón.

Qué vida perra.
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