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Channel: Hija no hay más que una... (Gracias a Dios)
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El camping y otros sustos

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Cuando la abuela me dijo que se llevaba a la niña al camping de sus tíos, se me pusieron los pelos de punta por aquello de que una es madre aprensiva y la pelirroja una bomba de relojería en lo que a coqueteos con la muerte se refiere, y si en casa es capaz de dejarse menisco y medio contra la pared en un giro de tres cuartos mientras ve el canal Disney, de qué no sería capaz en terreno abierto, libre cual cervatillo y de secuaz de la prima Sara, conocida en el mundo entero por su capacidad de hacer el mal y de divertirse y divertir a la cualquiera. Lo que viene a ser una chica popular de seis años de toda la vida de dios. Con lo que molan. Y claro, para la pelirroja, de cuatro, que vive empanada en su mundo de princesas Sofía, eso es lo más de lo más.

Así que para hacerme la guay dije que sí, no antes de hacerme con una caja de lexatines auténticos -mitad para mí, mitad para la abuela que se la llevaba- y de aleccionar a la niña como si se fuera a la guerra de Afganistán, llenándola de miedos varios, -que es lo que hacen las buenas madres- y previendo que antes de dos días estaría llorando para que fuéramos a recogerla, que la nena es fiestera pero nunca ha pasado tanto tiempo fuera de casa y mi niña es muy chica y necesita estar con sus padres. Pobrecita mía.

Pues no. Ni mijita. Lo cierto es que sí que ha llorado pero sólo a la vuelta porque no quería volver a casa -malévola traidora- y de hecho, cada vez que la telefoneábamos, la abuela tenía que perseguirla para que nos cogiera y cuando lo hacía repetía cual cacatúa 'Me eztoy portando bien, le hago cazo a la abuela y te quiero musho, mamá, pero ahora tengo que irme' y me dejaba con el pipipipi y con la cara partida mientras esta preadolescente encerrada en el cuerpo de mi hija de cuatro años, se iba a la piscina a hacer coreografías con sus nuevos amigos o al cine de verano que ponían en el club infantil, con una alocada vida social que ni Lady Gaga, mire usted.

'Ez que ezta nosshe me voy a hacer las trencitas porque luego me voy a la discoteca' me dijo una tarde así a las bravas y yo que no estoy preparada para tener una hija que vaya a la discoteca, ni siquiera a una de parvulitos menores de ocho años, me vi obligada a echarme una mascarilla rejuvenecedora para venirme arriba.

Y no sólo es que pelee con la abuela para ducharse sola, ella que es tan floja que no quiere ni abrocharse los cordones de los zapatos, sino que exige entrar sola al recinto de la piscina para que no crean los nuevos amigos que es una niña bebé, ella, que ya tiene acumulados 56 meses de vida. Hombre ya.

Pero lo mejor de todo el asunto  -lo peor según el pater que ya ha ido a sacarse el permiso de armas- es que se ha echado una pandilla de amigos, donde hay una pareja de gemelos con los que las primas Jiménez ya han hecho ojitos y al parecer pasean por la parcela pelando la pava con sus labios pintados y sus bolsos de Peppa Pig al hombro. Y el otro día, al parecer, la madre de los críos las invitó a merendar a su caravana, imagino que para ver de qué calaña eran las mozuelas que rondaban a sus retoños. Y teniendo en cuenta que la pelirroja sólo come potitos y que iba pintada como una puerta con su maletín de maquillajes de Hello Kitty, no tengo claro si habrá congeniado con la suegra y si habrá o no boda en marcha.

Con lo bien que me vendría su cuarto para una salita de lectura.

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