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Channel: Hija no hay más que una... (Gracias a Dios)
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Cigoto el pandillero

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Que Cigoto es un ser malvado es algo que descubrí más pronto que tarde por aquello de ser madre repetidora, que ser madre repetidora te enseña mucho y además de a ducharse con muñecos clavados en los pies sin perder el equilibrio ni las ganas de vivir y a peinarse en el coche con el cepillo de la Barbie y conseguir un acabado decente, también te enseña a distinguir la seña del mal entre tus filas.

Y es que mientras su hermana se pasaba los primeros meses de vida frita sobre un cojín, sin encontrarle más sentido a la vida que el de beberse un biberón cada tres horas y volver a coger el sueño en un bucle de diversión sin límites, el hermanísimo ya planeaba mil maneras de escapar de la cuna, a ser posible cabeza abajo y con el mando del aire acondicionado en la boca para ir dándole emoción al asunto y a ser posible, comerse una pila. O las dos..

Pues bueno, los meses han ido pasando y Cigoto ha ido perfeccionando sus técnicas malignas para dar rienda suelta a su instinto vikingo, dejando un reguero de estrés y caos a su paso. Así ir con él a la piscina es perseguirlo por todo el recinto mientras corre como un loco a cuatro patas, se purga con el césped y lame las chanclas ajenas que va encontrándose a su paso como un tesoro de incalculable valor, sobre todo si tienen pelusones, y eso cuando no roba pelotas, paletas, manguitos y flotadores, en ocasiones empleando la intimidación enseñando sus gigantodientes de Bob Esponja, como si fuera un lating king descolorido.

Vamos, que este niño, con su año recién cumplido y sus violentos andares a gatas como si fuera una niña poseída, se nos está yendo de las manos, Que más pronto que tarde, lo veo en Hermano Mayor, que yo ya hasta me he puesto a dieta por aquello de los 5 kilos que engorda la cámara.

Y es que con Cigoto todo es ansiedad porque no quiere carro ni parque ni hamaca ni nada que no sea gatear sin descanso, trepando a la mesa del salón para saltar luego al sofá y de ahí a la barra de la cocina, el objeto de deseo cigotil. Y si lo frenamos y lo sacamos del triángulo del peligro, vuelve a iniciar el recorrido como si no fuera con él. Ni ‘no’, ni ‘trastras’ ni ‘niñomalo’ ni cara de loca de libro.

El problema es que el pelirrojo empieza a disfrutar de su maldad, vamos que ya no sólo lo hace por instinto sino por diversión.

Por ejemplo, hace unos días estábamos en una cafetería y le dimos un medio bollo de pan para que se entretuviera y no quisiera salirse del carro. Lo cogió, nos miró con desdén y en plan adolescente rebelde, lo lanzó con fuerza a cabeza de la señora de la mesa de al lado –que la criatura se ve que había ido a la peluquería-  y se lo dejó encajado en el cardado mientras el malvado se reía a carcajadas a sabiendas de su hazaña.

Y ayer mismo en la piscina se fue gateando hasta la reja que la cerca y empezó a trepar por ella hasta colocarse de pie, agarrando con las manos y con la cara aplastada contra el alambre. Entonces me miró y me enseñó la dentadura y como veía que lo miraba y no le decía nada, decidió doblar la apuesta y se soltó de una mano para quedar balanceándose adelante y atrás de un solo brazo, como un pandillero juvenil vacilón.

Pues eso, que lo doy en adopción.


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